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sábado, 1 de octubre de 2011

Soñar no cuesta nada




Lo que por agua viene… por agua se va

El 18 de abril de 2003, un destacamento de las compañías Buitre y Demoledor del batallón 50 del ejército colombiano, que había sido desplazado a la zona rural de Coreguaje, Caquetá, con la tarea de rescatar a tres contratistas estadounidenses que se hallaban secuestrados por la guerrilla de las Farc desde el 12 de febrero, había desmantelado un campamento del grupo subversivo, y mientras esperaban a ser recogidos por la fuerza aérea, un soldado de los muchos que se hallaban acosados por la diarrea que les causaban las aguas que se veían obligados a beber, descubrió, casualmente, una caneca plástica enterrada donde se hallaban fajos y más fajos de dólares americanos.

Enterados pronto sus oficiales, estos deciden que el dinero les pertenece, y proceden a repartirlo entre todos los miembros del destacamento, bajo juramento de guardar absoluta reserva sobre la guaca encontrada que no fue una solamente, sino dos… tres… cuatro… cinco…  y más canecas, donde se hallaron cerca de ¡50 millones de dólares! (parte en pesos colombianos). 


La cifra exacta, por razones fáciles de suponer, sólo la sabe quien, o quienes, enterraron el dinero que las fuerzas militares atribuyen a miembros de las Farc, pero otras fuentes sostienen que fueron marines norteamericanos quienes lo guardaron allí, como parte de un acuerdo diplomático para liberar a los ciudadanos retenidos, del cual, hasta entonces, no tenía información alguna el ejército colombiano que iba a ser usado como pieza inocente de la estrategia de rescate.
 
Sea cual sea la verdad que, como en tantísimos hechos que ocurren en nuestra mancillada tierra es muy posible que jamás lleguemos a conocer, pues siempre se cuenta sólo lo que conviene y como conviene, lo cierto es que 3 oficiales, 5 suboficiales y 126 soldados, se dieron la gran juerga con el montón de billetes que correspondió a cada uno. Y se sentían con pleno derecho, pues, aunque ignorantes, bien sabían que si devolvían el dinero éste no iría a la construcción o implementación de obras sociales sino que se escamotearía entre la clase dirigente que harto sabe de esto. 


Y muchos creen que no fue por su “delito”, pues los artículos 700 y 701 del Código Civil parecen probar su derecho a quedarse con el tesoro, sino por represalia al hecho de que no entregaran lo encontrado a los altos mandos del gobierno.

La entretenida película de Rodrigo Triana, más exitosa por lo oportuna y por lo insólito del hecho, que por su brillantez narrativa, deja en claro por lo menos dos cosas: Una, que los militares, como el pueblo medianamente informado, tampoco creían un ápice en el gobierno para el que trabajaban. Y dos, que hablar de inteligencia militar sigue siendo una confusión de términos, pues, lo que los soldados hicieron con semejante regalo no tiene perdón del cielo.

Un personaje se rescata plenamente: el de Perlaza, el muchacho dispuesto a darlo todo por una noche con la escurridiza Dayana... pues fue el único que “realizó” su sueño.  

                                                                    Luis Guillermo Cardona 

Título original: Soñar no cuesta nada
País /año: Colombia, 2006
Director: Rodrigo Triana
Guión: Geörg Hiller
Fotografía: Sergio García
Música: Nicolás Urib
Intérpretes: Marlon Moreno (Tte Solórzano), Diego Cadavid (Lloreda), Carlos Manuel Vesga (Pedraza), Verónica Orozco (Dayana), Carolina Ramírez (Herlinda), Manuel José Chaves (Porras).    
       

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