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viernes, 3 de junio de 2011

HIJO Y RIVAL



Con una mujer así cualquier cosa puede pasar

Hay mujeres que le mueven el andamio a cualquiera y son capaces de subirte al cielo –aunque después sólo te merezcas el infierno- en un santiamén. Algunas con sólo proponérselo y otras, ¡las más divinas!, con el sólo hecho de ser, de estar ahí. Su belleza trasciende la piel, pero comienza en la piel. Se entremezcla en un todo con su ser… y una magia indescriptible te envuelve, entonces, en una especie de manto etéreo que te saca del planeta, te produce un encanto fascinante y te hace sentir que estás ante todo, absolutamente todo, lo que deseas de la vida.





Frances Farmer es una de estas mujeres. La ves en una ocasión y se te mete en el alma para siempre, pues todo el empeño que Dios puso al crear a los seres humanos puede verse claramente en ella. ¡Cómo condenar pues al ambicioso y antiecológico Barney Glasgow por caer en el hechizo de Lotta Bostrom! Y más cuando a su madre, casi igualita a ella, teniéndola en las manos la abandonó por la necia torpeza de darle más importancia al dinero que al amor.

“RIVALES” comienza como un alegato contra la desvastación indiscriminada de los bosques que vienen haciendo las empresas de papel (ha pasado más de un siglo y tales hechos no paran). Barney Glasgow es uno de estos inescrupulosos taladores y pronto ascenderá en lo económico hasta poseer su propia empresa. En una secuencia muy bien lograda, veremos el proceso que siguen los acerrados troncos de madera en su desplazamiento a través de canales y de ríos.

Después comienza una historia de amor y de amistad, donde veremos el mejor lado de Glasgow (Edward Arnold) al lado de su amigo Swan Bostrom, un estupendo Walter Brennan quien ganaría su primer Oscar. Y entre ellos, Frances Farmer, haciendo las veces de la  melancólica cantante de bar y luego como la hija que pondrá a caminar en la cabeza al encumbrado empresario, ya maduro, casado  y con dos hijos.

En todo esto, el destino hará de las suyas y cada quien, incluido el inconforme hijo del pretencioso Glasgow, encontrará su lugar en esta historia de ambición, de amores y desamores, de ferviente amistad y de ilusos empeños en los terrenos del amor.

Dirigida inicialmente por Howard Hawks, quien venía modificando el guión como bien le parecía, se cuenta que un día se apareció en el set de rodaje el productor Sam Goldwyn… discutieron… Hawks se sobrepasó en los términos que debía utilizar… y tuvo que irse dejando el rodaje en manos de William Wyler quien filmó el tercio de película que todavía faltaba.   
    
“RIVALES” no va más allá de ser un filme entretenido y agradablemente interpretado, pero, es muy probable, que aquella mujer de la que se enamoran tres hombres, se meta también en tu corazón de una vez y para siempre. Frances Farmer es una evidencia de que Dios existe.

 Luis Guillermo Cardona     

miércoles, 1 de junio de 2011

El verdugo




Lo que ha de ser... será

En ocasiones, lo he comprobado muchas veces, somos manipulados por fuerzas extrañas que hacen que ciertas cosas positivas, y también otras lesivas o fatales, sucedan a como dé lugar. En tales casos, la opción de elegir se reduce al mínimo, porque todo se reacomoda para que suceda aquello que TIENE que suceder. ¿Por qué ocurre esto? Me lo he preguntado en los últimos años y he llegado a conclusiones como éstas: Primero, porque el constante proceso evolutivo del universo reclama cambios que son impostergables. Después, porque hay en cada ser humano íntimos, fervientes, y a veces inconfesables deseos, que fuerzan el fluir de la ley de atracción. Por ejemplo, si me siento muy atraído por la chica de al lado, seré complacido con el ofrecimiento de numerosas ocasiones para que pueda abordarla. Si mi deseo personal es morirme, la vida pondrá obstáculos a todos los que pretendan ayudarme. Si el odio me lleva a desear matar a alguien, lo necesario se pondrá a mi alcance para favorecer mi anhelo… y lo único que, quizás, puede salvar al otro es que tenga otra aspiración más fuerte que la mía.

“EL VERDUGO” me ha dejado con la sensación de que se trata de una de esas historias donde la vida hace con alguien lo que se le viene en gana. Lástima que no oyésemos los pensamientos de José Luis Rodríguez (¡ni cantante, ni presidente, el enterrador de la película!), pues esto nos hubiese ayudado un poco para entender el juego de la vida. Pero quizás pudo pensar cosas como “¿qué se sentirá matar a otro?, ¿se sentirá uno, una suerte de dios cuando aprieta el gatillo?, ¿se vuelve uno un hombre de respeto siendo verdugo?”… preguntas que se convierten en impulsos de experimentación. O quizás sólo sintió profunda repugnancia contra la posibilidad de ser aliado de un régimen de terror…y, en veces, atraes lo que más temes.


Con una encantadora sátira, colmada de humor negro, y muy bien interpretada por Nino Manfredi, José Isbert y Emma Penella, la película fluye graciosamente mientras contrasta al verdugo, un anciano con cara de no quebrar un huevo, franco (con minúscula) al cuestionar la manera como “se irrespeta a los ajusticiados en otros países”, y quien asume su tarea de ejecutar condenados a la pena capital, como una labor que sin reticencia alguna hay que hacer, porque “si existe la pena alguien tiene que aplicarla”. Entre tanto, José Luis, el enterrador de los ajusticiados y nuevo yerno de don Amadeo (el verdugo), siente los mayores escrúpulos contra la labor que éste realiza y ve con consciente repulsa la ejecución de un hombre, mientras que su relación con Carmen, la hija del anciano, se estrecha más y más, hasta lo inevitable.

Le objeto al filme –pero presiento razones- que muestra una imagen en exceso generosa y respetable de las fuerzas policiales de la época. El mismo verdugo resulta todo un buenazo, y de aquel lado, no hay nadie que inspire miedo alguno… ¡y vaya si lo producían! Y el final parece temerosamente ambiguo, pues bien podría servir a Dios y al diablo, según la inclinación que cada uno tenga.
   
Luis Guillermo Cardona
   

          

NORMA RAE



El magno compromiso con la unión

Cuatro nominaciones a los premios Oscar (película, guión, actriz y canción) y ganadora de los dos últimos, hacen reconocimiento a este especial y emblemático filme con el cual se da toda la relevancia que se merecen esas importantísimas e inamisibles herramientas de los trabajadores como son la unión y el Sindicalismo.

Todo lo que une, construye y consolida; todo lo que divide, segrega y debilita. La meta del hombre es la Unicidad con el Todo, siendo el primer paso la unión con sus congéneres. Y todo lo que se haga cada día en beneficio de esta unión, mantiene al hombre en su camino y trae otro aliento de paz a la humanidad entera.

El guión escrito por la notable pareja, Harriet Frank Jr. e Irving Ravetch, asiduos colaboradores del director Martin Ritt (“Hud”, “Un Hombre”, “Stanley and Iris”…), está basado en la vida de Crystal Lee Sutton (o Jordan) una abogada laboralista que se hizo famosa en los años 70 (siglo XX) como trabajadora de la planta textil J. P. Stevens (en el filme O. P. Henley), donde laboraban cientos de trabajadores en las más precarias e infames condiciones. Con la valerosa colaboración de Eli Zivkovich (cambiado a Reuben Warshosky), miembro de la Organización de Trabajadores Textiles, que contaba con el respaldo del gobierno, Crystal (Norma Rae en el filme) se convierte, poco a poco en una mujer dispuesta a arriesgarlo todo por las reivindicaciones legales, el derecho a un trabajo digno y equitativo, y a un salario que les permita vivir en mejores condiciones a blancos y a negros, indios o judíos.

Martin Ritt ha hecho un filme objetivo, matizado, con seres humanos mezcla de  fortalezas y debilidades, y sólo tomando firme posición frente al derecho de cada ser humano a vivir con dignidad. Sally Field y Ron Leibman se la juegan para sacar, desde lo más profundo, pasión y arraigo por sus personajes  y estos resultan de una vitalidad que contagia y emociona irremisiblemente.


El sindicalismo llevado a efecto como debe hacerse: con afán constructivo, pretendiendo beneficios equitativos para todos, y ajustado a los derechos legales, es no sólo una bendición para la clase trabajadora sino que también hace crecer a las empresas, pues es causa lógica que, al aumentar el sentido de pertenencia, aumenta la buena energía, el rendimiento y la eficacia. Y es también ley de la existencia que, jamás nada bueno y realmente perdurable, puede surgir de lo obtenido mediante el abuso y la explotación.

“NORMA RAE” es una obra de arte que, además, reivindica valiosísimos derechos. Siento que se merece mi más sonoro aplauso.

Luis Guillermo Cardona






INFAMIA (AKA: ESOS TRES)





LO QUE PUEDE SER CIERTO NO ES GARANTÍA DE QUE SEA EXACTO


La calumnia es la mentira que se pregona como verdad para atentar con ella contra la dignidad de una o varias personas. Hay calumnias plenas en las que todo lo que se dice es imaginado hasta la última palabra. Y hay calumnias tendenciosas donde se dice la verdad… pero no se dice toda la verdad, o sólo se dice lo que perjudica al inculpado. Y hay dos tipos de calumniadores: los que inventan la falsa imputación y los que se convierten en retransmisores de ésta, convencidos de que lo que les contaron es completamente cierto.

En todo hecho, por evidente y condenatorio que parezca, hay dos versiones, y es imprescindible conocer la del inculpado para poder tener la mejor perspectiva de juicio. Aquella premisa de que “yo a él le creo” o de que “a los niños hay que creerles”, está viciada de exceso puesto que es necesario mantener el beneficio de la duda dado que, los mecanismos de defensa y de ataque, hacen parte de la estructura psicológica de todo ser humano, y en ocasiones, tales mecanismos poseen características exacerbadas en ciertos individuos (hombre o mujer, adulto o niño).

Basado en su novela “La hora de los niños”, el guión de la valiente y apreciable escritora Lillian Hellman (de quien veríamos luego otros brillantes ejercicios literarios en filmes como “Callejón sin salida”, “La loba” y “Julia”, entre otros), nos habla de dos emprendedoras chicas, Martha Dobie y Karen Wright, quienes luego de graduarse de la universidad, se unen para fundar un internado de niñas en la vieja casa que la segunda ha recibido como herencia. Todo parece marchar de maravilla –aunque ande por ahí la muy ligera y entrometiche tía Lily, mejor conocida como “la duquesa”- e incluso, Karen está a punto de casarse con un médico vecino que se convierte en su mejor aliado.

Pero, entre las alumnas, se halla Mary la nieta mimada de la influyente sra Tilford, y sus constantes improcedencias la convertirán en la piedra en el zapato para la institución y sus comprometidas docentes, hasta que levantará una polvareda que tendrá bastante eco.

La estrechez de la censura de entonces, motivó cambios en el guión que modifican ciertos tópicos que sorprenden en la historia original (estos podrán encontrarse  en la posterior y ajustada versión realizada de nuevo por Wyler en 1962, conocida como “La mentira infame”), no obstante, el resultado es óptimo, y con un intachable conjunto de actores (en el que sorprende Bonita Granville como la joven Mary), sumado al brillante ejercicio del maestro William Wyler, lo que resulta es un filme de grandes méritos y memorable historia. 

Luis Guillermo Cardona