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sábado, 21 de enero de 2012

PVC-1



¡Hasta donde puede llegar la perversidad humana!

El 15 de Mayo de 2000, varios hombres encapuchados, miembros de una pandilla de delincuentes comunes, ingresa a la finca la “La esperanza” de la vereda Palestina en Chiquinquirá, Cundinamarca y luego de amordazar a los humildes miembros de la familia Pachón Cortés (el padre, la madre y tres hijos), les piden 15 millones de pesos en efectivo. Al no disponer estos de semejante suma, los bandidos tratan de forzar el pago colocando en el cuello de la señora un collar bomba, hecho con tubos de PVC y diseñado, sin duda, por un experto en explosivos.

Tan pronto se marchan los asaltantes, pues la bomba es controlable a distancia, comienza para doña Elvia Cortés un proceso de angustia, de pánico y ansiedad que, sólo su fe en Dios, a quien invoca incesantemente, y el apoyo de sus familiares, harán que no enloquezca ante la crítica situación que padece en los siguientes largos, pero muy largos minutos.


Este es el hecho que recrea el director colombiano Spiros Stathoulopoulos, logrando un filme de fuerte impacto no sólo por la infamia y la atrocidad del hecho ocurrido en Colombia, sino por la original manera como realizó la película, la cual consta de Una sola toma que dura 85 minutos, rodada por el mismo director armado de una Steadycam, con la cual practicó hasta dominar por completo el escenario.

“PVC-1” se rodó con cámara digital -la única que hacía posible este tour de force- en un tiempo récord de cuatro días y se contó con actores de teatro y otros  naturales a los que se preparó para representar la historia a campo abierto y en unos escenarios únicos sobre los que la cámara se desplazaría incesantemente.


De esta manera, y superando un estilo que sólo recordamos en el director húngaro Miklós Jancsó, Stathoulopoulos deja sentada una nueva forma de rodar que ha recibido toda suerte de aplausos y reconocimientos internacionales.

A su filme podría reclamársele mayor autenticidad en las actuaciones y menos subjetividad en la cámara, pues algunos desplazamientos sólo se explican por el propósito de mantener la toma continua, pero la tensión, la humillación y la angustia existencial que impone ese espantoso aditamento colocado en la cabeza de la humilde señora, hace que su imagen permanezca en nuestra mente como símbolo de la descomposición social, de la degradación a la que pueden llegar algunos seres humanos, y de las diabólicas maquinaciones que, en ocasiones, se alcanzan a pensar con tal de conseguir lo que se quiere.

Tampoco las instituciones del estado quedan muy bien paradas con la manera como asumen este insólito caso, y la sociedad, en pleno, resulta responsable porque, con su forma de relacionarse, hace posible que surjan hombres como los que asesinaron a esta humilde señora y amargaron la vida de toda una familia.

Luis Guillermo Cardona  

Título Original: PVC-1
País/Año: Colombia, 2007
Director: Spiros Stathoulopoulos
Guión: Spiros Stathoulopoulos 
Fotografía: Spiros Stathoulopoulos
Intérpretes: Mérida Urquía (Ofelia), Daniel Páez (Simón), Alberto Zornoza (superintendente Hurtado), Hugo Pereira (Benjamín)  


lunes, 9 de enero de 2012

La sociedad del semáforo



El hombre que soñaba con hacer ricos a los trabajadores de la calle

Todo comienza de manera muy diciente: Un enorme trancón vehicular colmado de sirenas de ambulancias… Un reciclador que, sentado en cualquier calle de Bogotá, tenía esta imagen en su mente… El estrecho cauce de una quebrada que circula entre los tugurios que habitan los desheredados… La vuelta a casa en la que, limpiándose los zapatos, el reciclador pisotea la imagen de tres de nuestros -por entonces-, más cuestionados gobernantes (Juan Manuel Santos, Álvaro Uribe y Andrés Felipe Arias. Este último ahora en la cárcel por los manejos del Agro-ingreso seguro)… Y, enseguida, una gran maqueta con un esquema de semaforización de sofisticada apariencia que, sabremos luego, es el gran sueño de este chocoano, llamado Raúl Tréllez, quien guarda al esperanza de conseguir retener los semáforos en rojo, para dar así más tiempo a los artistas de la calle (la sociedad del semáforo) de poder hacer dinero con el cual sobrevivir.

Cientos, quizás miles de improvisados artistas circenses: malabaristas, equilibristas, estatuas vivientes, escupe-fuego… (a los que se suma otro incontado número de vendedores informales y discapacitados de todo tipo), salen a las calles de nuestro país cada día, se ubican en un semáforo de abundante flujo vehicular, y toda vez que éste se cambia a rojo, hacen su espectáculo frente a los vehículos con la esperanza de que, los conductores, les regalen luego una simple moneda. Es una labor hecha a veces con descaro, pero honrada y difícil para la mayoría de ellos, además de que tienen que padecer el asedio policial y el maltrato de ciertos conductores que, con miradas cargadas de desprecio, los tratan como parias. 


Pero, en un país donde mucho se pregona y muy poco se hace, y donde, por cada peso que se invierte en obras sociales, no menos de cinco van a parar a los bolsillos de la burocracia, la falta de oportunidades laborales es enorme y el pueblo se ve forzado a acudir a trabajos informales donde, cada tanto –llevado por la angustia y la injusticia-, termina saliéndose de sus cabales.

Significativo debut del director Rubén Mendoza, quien, con claro conocimiento y objetividad, consigue recrear la vida de estos marginados, capaces algunos de muchos actos indecentes, pero con mayor capacidad aún para ser solidarios, para sobreponerse a todas las adversidades, y para demostrar lealtad al amigo en los peores momentos. Queda plasmada la indiferencia del Estado frente a esta creciente problemática y el papel indecoroso que desempeñan algunos miembros de las instituciones llamadas a ejercer la justicia. 


La impecable fotografía de Juan Carlos Gil, esa ambientación casi neorrealista que describe con exactitud el lado de sombra de nuestras grandes ciudades, esos cantos salidos de desgarradas y emocionadas gargantas, y ese puñado de personajes que consigue sensibilizarnos con sus actuaciones sencillas y naturales, pero que lucen salidas del corazón, hacen de “LA SOCIEDAD DEL SEMÁFORO” un filme importante y bastante significativo.

                                                    Luis Guillermo Cardona

Ficha Técnica:

Título original: La sociedad del semáforo
País /Año: Colombia, 2010
Director: Rubén Mendoza
Guión: Rubén Mendoza
Fotografía: Juan Carlos Gil
Música: Edson Velandia
Intérpretes: Alexis Zúñiga (Raúl Tréllez), Abelardo Jaimes (Cienfuegos), Amparo Atehortúa (doña Amparito), Héctor Ramirez (Anibal), Gala Bernal (Victoria), Romelia Cajia (Eulalia), Victor "Rosario" Castro (don Luis).